¡Eres muy inteligente! ¡Juegas muy bien fútbol! ¡ ¡Eres todo un artista! ¡En esta familia nadie tiene más habilidad para las matemáticas!. Seguramente has usado alguna de estas frases en muchas ocasiones para ayudar a que los niños tengan una gran autoestima o simplemente para elogiarlos. Pero ¿sabías que ninguna de estas frases ayuda a mejorar a tu hijo en realidad? ¿Por qué? Chaperito te lo explica con dos ejemplos:
Karla es una niña de 10 años. Normalmente le va bien en el curso de Ciencias pero ahora han empezado con un tema que no esta entendiendo. Los padres y profesores de Karla siempre le han dicho que es inteligente, que es talentosa para las ciencias. Por eso, ahora que empieza a tener problemas, siente vergüenza de preguntar y de reconocer que no comprende, pues no quiere que sus padres comiencen a dudar acerca de su inteligencia.
Ella intenta estudiar por su cuenta, pero se frustra y no puede. Tampoco quiere que la vean estudiando Ciencias ni esforzándose debido a que una vez más se pondría en evidencia que no es tan talentosa como todos piensan y porque no quiere dar a entender que ha fracasado. Finalmente, cansada de no entender, comienza a decir que se ha dado cuenta que no le gustan las ciencias y que le da flojera estudiar, que va a empezar a bajar en sus notas y que sus padres no deben sorprenderse por ello.
Por otro lado, tenemos a Manuel, él, por el contrario, desde pequeño escuchó que ninguno en su familia había sido bueno en Ciencias, que tenían talento solamente para dibujar. Por tal motivo, él esta convencido de que no había nacido para eso y que no hay nada más que hacer, incluso, ya ni intenta escuchar las clases de este curso, no quería preguntar ni hacer las tareas. Para él y para todos es algo común y esperable que Manuel tuviera malas notas en el curso.
¿Qué tienen en común Karla y Manuel? Pues mucho, por un lado, ambos dejaron de esforzarse para lograr un objetivo (aprender Ciencias). Por otro lado, ambos recibieron los mismos mensajes de sus papás y profesores: “Tienes talento” (o “No lo tienes”), “Eres muy inteligente para hacer esto” (o “No eres inteligente para esto”); tanto Karla como Manuel, llegaron a la conclusión: no necesitan esforzarse. Karla no lo necesita porque su inteligencia es natural y ese siempre fue el motivo de su éxito y Manuel tampoco necesita esforzarse pues haga lo que haga nunca aprenderá Ciencias.
Como se puede ver, este tipo de “elogios”, les dejan mensajes a nuestros hijos que terminan perjudicándolos ya que que los invitan a no esforzarse, a no aprender, a no preguntar, a sentir vergüenza de no comprender, a tener que demostrar todo el tiempo que son buenos o a actuar en coherencia en caso no lo sean, a tomar en cuenta que el éxito y el fracaso son permanentes. Hacen que piensen que nacieron o que no nacieron con determinada inteligencia y que esta inteligencia es permanentemente o no se puede desarrollar más.
¿Cómo ayudar a nuestros hijos a que se esfuercen y mejoren?
A tus hijos les resultará útil la información exacta sobre qué es lo que ha hecho para que ese trabajo, acción o tarea sean excelentes; elogia, pero no su inteligencia o su persona misma, sino lo que realmente hizo para que sea bueno en algo, por ejemplo:
En vez de decir: ¡Que inteligente eres! mejor dile: Te he visto practicar mucho y veo que has aprendido.
¡Eres bueno para matemáticas!, Veo que hiciste un gráfico para resolver el problema, ¿Cómo lo hiciste?.
¡Bien!, Veo que te has esforzado mucho cuando hiciste esto.
¡Eres todo un artista!, ¡Tu dibujo esta limpio, la cuadrícula que has usado te ha ayudado a que se parezca mucho al original, los colores combinan muy bien!.
Con estos mensajes le estamos diciendo a nuestros hijos qué han hecho, por lo que nuestros niños entienden que deben seguir haciendo lo mismo para que sean buenos en algo, que deben seguir practicando y esforzándose para lograr lo que quieren.
Este es el tipo de mentalidad que debemos desarrollar en nuestros niños para que puedan siempre mejorar, aprender y plantearse retos cada vez más complejos. Sin duda esta es una enseñanza que les servirá toda la vida. Para ello debemos estar atentos a cada uno de los mensajes que les damos, no solo cuando hablamos sino también al actuar.