Podemos comenzar a sospechar que nuestro pequeño es hiperactivo, observando diferentes rasgos que a continuación les describimos según la edad:

– Los primeros tres años: Posibles complicaciones en el parto, dificultades para comer y dormir, son inquietos e irritables, cuesta consolarlos, duermen menos tiempo del habitual y se mueven como si tuvieran un motor. Son caprichosos con las comidas, y pueden tener conductas disruptivas. Como no piensan antes de actuar son más propensos a sufrir accidentes.

– De 4 a 6 años: Los maestros suelen fijarse en la frecuencia e intensidad de la conducta hiperactiva interfiere en el aprendizaje del niño. Su conducta se caracteriza por la inquietud, la impulsividad, la falta de atención y la desobediencia. Se levantan más de la carpeta, reclaman más la atención del profesor y dejan actividades sin terminar. Con frecuencia están distraídos, cambian rápido de una actividad a otra, no saben jugar solos y las relaciones con sus compañeros se caracterizan por discusiones constantes. Tendencia a rabietas, dificultad para encontrar castigos acertados con ellos, destrozan los juguetes… los padres, con frecuencia, se consideran desconcertados e ineficaces.

– De 7 a 12 años: Al niño le cuesta seguir la disciplina en la escuela y tiene más dificultades para el aprendizaje que sus compañeros. Muchos profesores  no entienden su conducta y empiezan a surgir juicios, sentimientos y actitudes negativas ante el niño y sus padres. En el colegio puede tener pocas amistades; a veces son rechazados por su conducta agresiva, el no atenerse en los juegos a ninguna regla o por la actitud dominante que a veces adoptan. Sin embargo, también puede ser el líder de la clase. Por estas consecuencias empiezan a sentir insatisfacción y malestar y acaban por forjarse un autoconcepto negativo. Contra personas mayores, la conducta disruptiva tiene más trascendencia: pequeños robos, no encuentran el momento de volver a casa y los padres tienen más dificultades para castigarlos.

– Adolescencia: De por sí, es la etapa de la vida más difícil en cualquier persona. Estos problemas se acentúan aún más si nuestro hijo es hiperactivo. Se vuelven discutidores, desafiantes e intolerantes con sus caprichos. El rendimiento académico empeora y también su relación con los profesores. Tienen riesgo de sufrir depresión por la sensación generalizada de fracaso. Pueden abusar del alcohol o cualquier otra droga. Son más propensos porque algunas de ellas tienen un efecto sedante. El segundo riesgo es el abuso indebido de las experiencias sexuales por su impulsividad, y el tercero los accidentes de tráfico pues son más imprudentes y no anticipan las consecuencias de sus acciones.

A mayor nivel de inteligencia es más fácil que superen las dificultades de aprendizaje o pasen desapercibidas. Estos efectos se contrarrestan enormemente si en niño trabaja diariamente con los padres y eventualmente con algún terapeuta. De ahí la importancia de la antelación y la detección de signos tempranamente en estos niños.

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