El acoso escolar es cualquier comportamiento violento, agresivo o despectivo hacia cualquier alumno o alumna. Situación que ha dado un vuelco con la aparición de los medios digitales, herramientas primordiales de socialización para los más jóvenes de una forma ajena al control o supervisión de sus mayores.
Esta forma de relacionarse con los demás ha traído consigo, entre muchas otras cosas, el ciberacoso o cyberbullying, práctica tanto o más nociva que el acoso presencial y que dado el cierre de los centros educativos estos últimos meses se ha convertido en la única posible para los acosadores. A continuación, les planteamos una aproximación al tema con una guía para que los adultos pueden detectar y paliar los efectos del ciberacoso en los menores.
Ciberacoso: ¿qué es y cómo lo podemos detectar?
El ciberacoso es el uso de medios digitales, y cualquiera de sus dispositivos derivados, destinado a ejercer el acoso psicológico, incluyendo desde el chantaje hasta el hostigamiento emocional o el desprecio hacia el otro, entre menores. Pero al contrario que en el caso del acoso escolar convencional, el ciberacoso tiene una serie de particularidades que lo hacen más nocivo: el anonimato del acosador o acosadores, y que les brinda un grado de impunidad muy superior al que conlleva el acoso escolar; la dificultad para establecer su existencia, dado que se considera que no tiene consecuencias físicas para las víctimas; o sus prácticas bajo la forma de suplantación de identidad digital o la exclusión y la humillación online, entre otras, son algunas de sus características específicas.
Ahora bien, si gran parte de su dañina naturaleza se basa en la invisibilidad, ¿a través de qué situaciones puede detectarse el ciberacoso en quienes lo padecen?
- Observando cambios emocionales y anímicos tales como timidez repentina, explosiones de agresividad o episodios de apatía y tristeza.
- Cambios repentinos en la vida social del acosado como, por ejemplo, miedo a salir de casa, incapacidad para dar respuesta a bromas y opiniones ajenas o ausencia o precariedad de relaciones con los demás.
- Cambios físicos y de actitud tanto en postura corporal, más encogida o con la cabeza gacha, como en el modo en el que comparte su espacio con los demás, especialmente cuando utiliza dispositivos digitales. Acto, este último, que en una situación de ciberacoso generalmente se da en ausencia de adultos.
- Somatización del acoso dando lugar a repentinos cambios de peso, trastornos alimentarios, dificultad para conciliar el sueño, pesadillas, dolores sin causa aparente o episodios de agotamiento.
Son situaciones que necesitan, en cualquier caso, de observación por parte de los que rodean al menor acosado para ser detectadas, primer paso imprescindible para poder tomar acción en el asunto y prevenir las consecuencias que el ciberacoso tiene sobre quienes lo sufren.
¿Cómo actuar ante el ciberacoso?
Como se ha dicho líneas atrás, el ciberacoso es más difícil de detectar que el acoso escolar, y más aún si tenemos en cuenta que muchas de sus víctimas no suelen contar el acoso al que se estan sometidas, sufriéndolo silenciosa y solitariamente. Por eso, una de las mejores formas de evitar las consecuencias del ciberacoso es, precisamente, la prevensión a través de los puntos siguientes:
- Una alfabetización digital y una formación en netiqueta resultan muy útiles de cara a que los menores sepan, antes que nada, que toda acción hacia otra persona en un entorno virtual tiene consecuencias. Igualmente, recomendamos que esta formación no solo la reciban los menores sino también sus mayores, de cara a saber qué y cómo se relacionan los niños y niñas a su cargo en Internet.
- Especialmente, a edades muy tempranas, puede activarse un control parental en los dispositivos digitales a los que acceden los menores, evitando así que su exposición en la Red pueda ser utilizada en su contra.
Aunque si el ciberacoso ya está produciéndose, hay otras medidas que pueden tomarse para ponerle fin. Les explicamos a continuación:
- Si existen sospechas de que esta situación está teniendo lugar, habla con el o la menor acerca de ello, sin minimizar lo que le está ocurriendo en ningún momento, y evitando culpabilizarlo. El acosado o acosada muchas veces cree que podría haber evitado la situación por sí mismo castigándose por no haberlo conseguido sin pedir ayuda.
- Comunicad la situación al centro educativo para que tomen las medidas que crean necesarias de acuerdo con los protocolos existentes en materia de acoso escolar y ciberacoso. No dudéis en consultar a asociaciones especializadas en ciberacoso y, si la situación alcanza el grado de delito, denunciadlo.
- Reforzar la autoestima del acosado o acosada, haciendo que se sienta querido y valorado tanto por nosotros como por sí mismo, pidiendo ayuda psicológica en caso necesario.
Y, sobre todo, no olvidéis nunca que, pese a que el ciberacoso tiene consecuencias, y algunas de ellas muy graves, estas pueden solventarse y dejarse atrás.